EL OTOÑO
Y, sin apenar percibirlo, se han ido los días calurosos del verano, los días de vacaciones... y el pueblo se ha vuelto a quedar tranquilo con solo el ir y venir de los jubilados...Las temperaturas agradables y cálidas del estío y del otoño adelantaron la recolección de la fruta. Esta se escalona desde el día de San Juan hasta noviembre. Primero son las cerezas, las guindas y las ciruelas; luego las manzanas, las peras y las uvas; y, por último, las andrimeñas y los nísperos.Este año ha habido toda clase de fruta, pero, especialmente, ciruelas. Los ciruelos apenas podían soportar el peso de las ciruelas arracimadas, a pesar de haberse apeado las ramas, llegándose incluso a desgajar muchas de estas. Pero, en general, la mayoría de las ciruelas se quedaron en el árbol porque no se daba abasto a comerlas y porque el hacer mermelada con ellas resultaba demasiado laborioso.La cosecha de manzana también ha sido excepcional. Kilos y kilos cogidos pacientemente, depositados en sacos o en cajas y transportados a las casas. Allí, en habitaciones sombrías, maduran poco a poco y son capaces de durar hasta casi la llegada del próximo verano. Las manzanas caídas, como antiguamente, son aprovechadas para hacer compota u orejones.Los nogales se mostraban repletos de nueces, tantas que muchas se han quedado en el árbol porque ya la gente no se sube, como antaño, a sacudirlas con las varas. Salvo raras excepciones, solo se apalean con las latas las ramas que se alcanzan desde el suelo, dejándose las más altas a merced del viento, este año poco activo. Por eso, el 31 de diciembre aún se veían nueces, con sus conchos helados y ennegrecidos, en las puntas de las ramas más elevadas.