El Pozo Azul
revela un quinto sifón y más de un kilómetro nuevo de cueva
H. Jiménez / Burgos - martes, 26 de agosto de 2014 Espeleobuceo
en Covanera
La expedición
liderada por dos espeleobuceadores británico y holandés concluye un día antes
de lo previsto con el descubrimiento de más tramos, tanto inundados como secos
El Pozo Azul de Covanera sigue sin tener fin. Al menos el ser humano aún no
lo conoce. Esta cavidad, a tramos inundada y a tramos con galerías aéreas, ha
vuelto a deparar nuevas sorpresas en la campaña 2014. Los buceadores Jason
Mallison y René Houben (británico y holandés) regresaron a media tarde de ayer
a la superficie, un día antes de lo esperado, tras pasar tres y dos noches
respectivamente explorando las entrañas de la tierra entre la depresión del
alto Ebro y el páramo.
Las noticias que sacaron a la superficie hablan de más de un kilómetro de cavidad nueva descubierta, de un quinto sifón (tramo inundado) y de nuevas sorpresas de un lugar conocido como «el Everest del espeleobuceo», que ya marcó un récord mundial de longitud en 2009.
Xesús Manteca, miembro de la equipo que durante las semanas previas había trabajado en la preparación del ‘asalto’ al Pozo Azul, explicaba los avances logrados a partir de la cavidad aérea conocida como ‘Razor II’ donde se quedaron los buceadores el año pasado: esta parte seca tendría unos 500 metros de longitud, en cuyo extremo final surge el quinto sifón de la cueva.
La parte inundada tendría solo 100 metros, una distancia insignificante en comparación con los más de 5 kilómetros que tiene el gigantesco segundo sifón, pero incorpora la característica de que deja de ser un tubo simple para convertirse en algo «muy caótico», con varias entradas y salidas, lo que podría abrir la puerta a futuras exploraciones.
Tras el quinto sifón ha aparecido otra galería aérea, de la que Mallison y Houben habrían recorrido unos 500 metros, y a partir de ahí de nuevo la incógnita de cómo y por dónde continuará, algo que queda para próximas campañas. Además, en la galería conocida como Tipperary que separa los sifones 2 y 3, se ha comprobado que su longitud ronda los 500 metros por encima de lo ya estimado.
Con todo ello el desarrollo del Pozo Azul burgalés se iría por encima de los 13 kilómetros, todos ellos bajo tierra y con una buena parte inundada. Un reto de categoría mundial al alcance de muy pocos que solo se atreven a afrontar espeleobuceadores muy experimentados.
Toca celebrarlo. Tras el regreso de la pareja ‘de punta’, como se la conoce en términos técnicos, el equipo de británicos, holandeses y españoles que compone la expedición continuará unos días en Covanera para recoger el material que aún permanece en la cueva. Será el momento para las celebraciones tras este nuevo hito.
Las expediciones al Pozo Azul se remontan a los años 60 y 70, pero fue a partir de los 90 y especialmente mediada la década de los 2000 cuando vivieron los mayores impulsos de la mano de equipos internacionales.
Las noticias que sacaron a la superficie hablan de más de un kilómetro de cavidad nueva descubierta, de un quinto sifón (tramo inundado) y de nuevas sorpresas de un lugar conocido como «el Everest del espeleobuceo», que ya marcó un récord mundial de longitud en 2009.
Xesús Manteca, miembro de la equipo que durante las semanas previas había trabajado en la preparación del ‘asalto’ al Pozo Azul, explicaba los avances logrados a partir de la cavidad aérea conocida como ‘Razor II’ donde se quedaron los buceadores el año pasado: esta parte seca tendría unos 500 metros de longitud, en cuyo extremo final surge el quinto sifón de la cueva.
La parte inundada tendría solo 100 metros, una distancia insignificante en comparación con los más de 5 kilómetros que tiene el gigantesco segundo sifón, pero incorpora la característica de que deja de ser un tubo simple para convertirse en algo «muy caótico», con varias entradas y salidas, lo que podría abrir la puerta a futuras exploraciones.
Tras el quinto sifón ha aparecido otra galería aérea, de la que Mallison y Houben habrían recorrido unos 500 metros, y a partir de ahí de nuevo la incógnita de cómo y por dónde continuará, algo que queda para próximas campañas. Además, en la galería conocida como Tipperary que separa los sifones 2 y 3, se ha comprobado que su longitud ronda los 500 metros por encima de lo ya estimado.
Con todo ello el desarrollo del Pozo Azul burgalés se iría por encima de los 13 kilómetros, todos ellos bajo tierra y con una buena parte inundada. Un reto de categoría mundial al alcance de muy pocos que solo se atreven a afrontar espeleobuceadores muy experimentados.
Toca celebrarlo. Tras el regreso de la pareja ‘de punta’, como se la conoce en términos técnicos, el equipo de británicos, holandeses y españoles que compone la expedición continuará unos días en Covanera para recoger el material que aún permanece en la cueva. Será el momento para las celebraciones tras este nuevo hito.
Las expediciones al Pozo Azul se remontan a los años 60 y 70, pero fue a partir de los 90 y especialmente mediada la década de los 2000 cuando vivieron los mayores impulsos de la mano de equipos internacionales.
Tres buceadores
persiguen un nuevo récord en el Pozo Azul
H. Jiménez / Covanera - domingo, 24 de agosto de 2014
Helen Farr y Melanie Dalby contemplan la superficie transparente del Pozo Azul, con sus profundidades iluminadas por el sol de mediodía, con una sorprendente paciencia y tranquilidad. Hace unos minutos que sus maridos se han sumergido en las profundidades de esta cavidad a pocos metros de la localidad burgalesa de Covanera y no regresarán en dos o tres horas, pero ellas están acostumbradas a los riesgos que su actividad entraña.
Tienen «nervios e inquietud», no lo niegan. Pero confían en la experiencia de estos buceadores británicos, y al mismo tiempo están orgullosas de formar parte de un equipo puntero en el mundo que se afana en la exploración del llamado ‘Everest del espeleobuceo’. «Esto es como ir a la luna. Es peligroso, pero excitante», explica Melanie. La última expedición en busca de las profundidades de las entrañas de esta comarca está en marcha estos días al norte de la provincia de Burgos.
Iniciaron su aventura el viernes y, probablemente hasta el martes, tres buceadores británicos y holandeses (Jason Mallison, Rick Stanton y René Houben) pasarán día y noche en el interior de la cueva intentando alcanzar nuevos límites al filo de lo imposible. Su objetivo es progresar más allá de la cuarta galería inundada de la cueva (intercaladas entre ellas hay tres espacios secos en los que pueden respirar sin botellas, alimentarse y descansar) y conocer qué hay allí.
No saben qué pueden encontrarse, no tienen referencias topográficas y por supuesto ningún ser humano ha visto antes lo que van a descubrir sus ojos. Quizá sea otro sifón lleno de agua, una cascada que les obligue a escalar, o una enorme cueva aérea por la que internarse cientos de metros. El año pasado se dieron la vuelta al encontrarse una nueva galería, que bautizaron como Razor II, y más de un kilómetro de cueva en la anterior cavidad, bautizada como Tipperary. Ahora se trata de continuar por esos caminos, seguir investigando y programar su regreso para dentro de unos días.
Hasta entonces, en la superficie, el equipo de británicos, holandeses y españoles que compone la campaña 2014 de exploración del Pozo Azul no podrán hacer mucho más que esperar. Los tres buceadores «de punta», como se les conoce en el argot técnico, estarán completamente incomunicados a no ser que funcione un sistema de radio instalado en Tipperary y que hasta el momento no ha tenido éxito. Si no, deberán conformarse con el cable telefónico tendido hasta la galería aérea más cercana a la salida, la ‘Burbuja’, pero hay que tener en cuenta que este punto está a solo 700 metros de distancia y el punto más alejado del aire libre supera los 10 kilómetros.
La preparación
Las expediciones al Pozo Azul se remontan a los años 60 y 70, pero fue a partir de los 90 y especialmente mediada la década de los 2000 cuando vivieron los mayores impulsos, de la mano de equipos internacionales como el liderado por Jason Mallison y de la incorporación de nuevos materiales técnicos como torpedos más ligeros capaces de llevar a los buzos durante largas distancias con esfuerzos mucho menores.
Este año la campaña comenzó en torno al día 15 y desde entonces los buceadores han empleado las jornadas en transportar material hasta las cavidades secas, como si de una expedición de montaña se tratase y hubiera que establecer distintos campamentos base antes de atacar la cima. Ahora le toca al trío final el reto de buscar la ‘cumbre’, con la particularidad de que en la cueva burgalesa no se sabe dónde puede estar.
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